domingo, 1 de febrero de 2009

EL APRENDIZAJE Y EL DESARROLLO DE LAS COMPETENCIAS

El aprendizaje y el desarrollo de las competencias
Xavier Vargas Beal ,23 Mayo 2005

Problematización 1

Introducción
Últimamente nos hemos visto inmersos en un arduo proceso de elaboración conceptual a propósito de planear nuestro trabajo docente orientándolo a que los estudiantes desarrollen competencias. Encontramos la noción de competencia frecuentemente articulada a otros dos constructos educativos fundamentales: las situaciones de aprendizaje y el aprendizaje significativo.
Al mismo tiempo, no pocos de maestros expresan y muestran dificultades para comprender y manejar esas nociones. De ahí nuestro interés por profundizar en el tema y compartir los hallazgos confiando en que serán útiles a todos aquellos actores educativos que se ven cotidianamente exigidos por estos procesos de diseño e instrumentación curricular.
En El aprendizaje y el desarrollo de las competencias, Vargas problematiza el tema a partir de la nueva exigencia educativa: desarrollar competencias y hacerlo a partir de aprendizajes significativos y situados en la realidad. Interroguemos con él a cada una de esas nociones poniendo sobre la mesa de análisis algunos supuestos que aceptamos como incuestionables: competencias, aprendizaje, Aprendizaje significativo y aprendizaje situado.
Problematización
Como ya lo expresamos, problematizaremos el tema a partir de la nueva exigencia educativa: desarrollar competencias y hacerlo a partir de aprendizajes significativos y situados en la realidad.
Sobre las competencias
Lo primero que la noción de competencia nos ofrece es una asociación de ideas con la empresa y el trabajo, así como con la relación directa que guardan estas nociones con el mercado. Ronald Barnett, al tratar de establecer un marco conceptual para comprender los límites de las competencias, hace una pregunta que es central para entender este cambio en la educación superior: “¿Son los logros que busca el mundo del trabajo (al que debe responder la educación superior) semejantes a los logros generales que la[U1] educación desde siempre ha proclamado que persegue?”.[1] Reconoce sin titubeos que “una ideología, la de la competencia académica, está siendo desplazada por otra: la de la competencia operativa”.[2] Significa que “el interés de la sociedad se inclina hacia formas de conocimiento que tienen un valor de uso en el mercado del trabajo”.[3] Barnett identifica pues estas dos tendencias, la académica y la operacional, y afirma que ambas “reflejan mundos e intereses limitados (el mundo académico y el mundo del trabajo)”.[4]
En este marco neoliberal de los países del primer mundo categóricamente se afirma: "Parte de la razón por la que en la actualidad la competencia se considera un asunto de tan inmensa importancia potencial quizá sea la suposición existente en gran parte de la literatura de que se está viviendo una época de grandes e intensos cambios tecnológicos que están reconfigurando radicalmente los mundos socioeconómicos en los que operan las competencias y que los ciudadanos del siglo XXI deben adaptarse a esta nueva realidad".[5]
Y sin embargo, aun a pesar de esta realidad insoslayable y del peso específico que tal circunstancia está teniendo en el diseño de los nuevos planes de estudio, conviene reflexionar respecto de la diferencia fundamental que existe entre este tipo de competitividad operativa propia del mundo de las empresas, y la competencia cognitiva en el ámbito propio del mundo académico al buscar, éste último, establecer una mejor articulación entre los objetos de estudio (conocimiento teórico) y los objetos socio-profesionales (praxis del conocimiento).
En toda competencia empresarial, deportiva, etc., ciertamente se compite y para ello se debe ser competente, pero hay una diferencia fundamental entre ser competente y ser competidor. Ser competente refiere a unas capacidades que aun siendo operativas, se encuentran articuladas sustantivamente con distintas formas del saber; ser competidor en cambio, refiere a un rol concreto dentro de unas relaciones sociales de ganar-perder. El riesgo de confundir capacidades socio-profesionales, siempre y necesariamente articuladas a determinados campos del conocimiento, con roles socio-profesionales articulados a necesidades empresariales de sobrevivencia en los mercados donde operan, puede conducir a las instituciones educativas a convertirse en simples reproductoras de las habilidades operativas que las empresas requieren para competir, amén de promover en los estudiantes el individualismo profesional bajo el falso supuesto de que sólo siendo un buen competidor se puede ser competente. De no acompañar el desarrollo de las competencias con reflexiones de fondo, las instituciones educativas podrían acabar transformando la formación que hoy se asume como una formación inteligente y ética para servir, en una formación automatizada y eficiente para ganar[U2] .
Eduardo Arias, frente a estas realidades y en oposición al modelo operativo empresarial, sugiere "dejar de lado la competitividad con su subrayado laboral e individualista para desarrollar competencias que enfatizan el aprendizaje personal y en colaboración".[6] Aquí, Arias hace énfasis en la necesidad de tomar en cuenta el factor humano y social al desarrollar competencias, pero nos preguntamos si no haría falta también señalar el daño cognoscitivo que implica sacralizar el modelo operativo-empresarial tradicionalmente desarticulado de la reflexión teórica que exige el verdadero conocimiento. La operación de la realidad, cualquiera que ésta sea, demanda operaciones cognitivas más simples y menos relacionadas con la teoría que las que nos exige la comprensión de la realidad con toda su complejidad.
A partir de estas primeras consideraciones, ya podemos cuestionarnos si no sería conveniente para el mundo académico, entender y concebir la noción de competencia en un sentido más amplio y profundo que sólo aquel que ofrece su origen operativo y empresarial. Compartimos con otros autores humanistas, la idea de que el desarrollo de las competencias debe incorporar la dimensión colaborativa y humana a fin de fomentar un cierto espíritu comunitario aun en el ámbito del trabajo y la empresa, pero sobre todo estamos preocupados por el carácter anti-reflexivo y anti-conceptual que la noción de[U3] competencia parece estar fomentando en el ámbito educativo. ¿No queda la práctica profesional desprovista de sentido si se le desarrolla sin análisis y reflexión teórica? ¿No toma el mundo de la empresa un control excesivo de las operaciones socio-profesionales si se desnudan éstas de su carácter reflexivo y conceptual? Llevada nuestra inquietud al extremo, nos preguntamos: ¿cómo se opera el mundo sin comprenderlo? O mejor, ¿a qué intereses sirve una operación del mundo sin su reflexión y su comprensión? ¿No debería entonces ser considerada la competencia –por lo menos en el mundo académico- como una noción que incluyera un diálogo de ida y vuelta entre el objeto socio-profesional al que sirve utilitariamente y el objeto de estudio que la provee de significado y sentido?
Las nociones mismas de capacidad y capacitación, tan reivindicadas por los teóricos de la competencia, refieren a esquemas educativos ligados a la acción misma y a los espacios propios de la empresa. Ésta es la razón por la que creemos que en el mundo académico esta noción ha perdido su sentido semántico original, es decir ”hacer a alguien capaz de” para convertirse en un concepto que identifica los programas formativos propios de las empresas con fines estrictamente operativos y utilitarios. Se capacita en y para la acción misma. En otras palabras, se capacita a un vendedor para vender ciertos productos, a un obrero para operar determinada máquina, a un supervisor para llevar ciertos controles, etc. Entonces, ¿cómo y por qué razones habremos de re-significar esta noción para que tome un significado más académico que vincule los marcos referenciales teóricos del estudiante con la acción misma en que se ponen en juego precisamente esos saberes? ¿Es esto posible? ¿No conspira de origen, académicamente hablando, la noción de capacitación contra la noción misma de educación? ¿Capacitar y educar son realmente cosas distintas? ¿Por qué? ¿En qué estriba la diferencia que hace a los académicos alejarse de la capacitación para atrincherarse en la educación, al mismo tiempo que a los empresarios alejarse de ésta para atrincherarse en aquella? Este tipo de constructos pedagógicos, creemos, son los que deben ser examinados y comprendidos suficientemente por profesores y funcionarios académicos universitarios, antes de lanzarse a modificar y operar nuevos planes de estudios fundados –a veces sólo discursivamente- en el desarrollo de competencias.
Sobre el aprendizaje en sí
Respecto de la noción de aprendizaje, nos damos cuenta de que en general, cuando en el mundo cotidiano se habla de aprendizaje, se comprende la incorporación por parte del[U4] sujeto de unos ciertos contenidos provenientes del exterior. Aun en el mundo escolar, esta primera aproximación cotidiana no es del todo distinta de la usada por los profesores; quizá tal definición esté algo más matizada por explicaciones pormenorizadas, pero se acepta en el mundo académico en general la idea de que el aprendizaje significa fundamentalmente que el estudiante incorpora a su acervo personal unos nuevos contenidos.
Nos parece que esta comprensión de la noción, palabras más, palabras menos, deja fuera la dinámica propia del ser humano en tanto proceso de autoconstrucción de sí mismo. El énfasis, a propósito de los procesos de enseñanza-aprendizaje, está puesto en la adquisición de unos conocimientos, como si tales conocimientos fueran unas cosas que se atrapan y se almacenan tal cual en la memoria para quedar luego disponibles si el sujeto las necesita. En el mejor de los casos, se aprende algo cuando el sujeto asimila información de la realidad a determinadas estructuras en el cerebro que luego permiten, a partir de la evocación de esa información incorporada, comprender nuevas realidades.
Considerar los conocimientos como una realidad construida por el propio sujeto en el proceso mismo de aprenderla, exige, al común de los profesores universitarios, comprender unos niveles de complejidad cognitiva que ya no fácilmente entran en su dominio conceptual. Por lo demás, para muchos de ellos, basta saber qué contenidos van a enseñar y qué estrategias didácticas deben usar para mediar mejor el aprendizaje; bajo esta concepción educativa superficial y generalizada, si los estudiantes pueden reproducir los contenidos en los términos que el maestro dice haberlos mediado, se da por exitoso el proceso; poco importa la modificación estructural y por tanto personal ocurrida en el estudiante como consecuencia de esa relación educativa; eso pertenece, en todo caso, al campo de una psicología educativa (o clínica) muy especializada que nada tiene que ver con la educación en cuanto práctica social. ¿En qué examen final, de prácticamente cualquier materia universitaria, se analizan y reflexionan los cambios estructurales y personales ocurridos en los estudiantes en tanto seres humanos por encima de los contenidos programáticos? En una clase de comunicación el examen final contendrá preguntas a propósito de unos contenidos de comunicación vistos en clase, de ninguna manera y en ningún caso habrá ahí pregunta alguna respecto de los cambios ocurridos en las formas de comunicación del estudiante en tanto persona.
Ante tales consideraciones nos preguntamos si verdaderamente ¿el aprendizaje es algo tan absolutamente trivial que se puede observar y medir con base en unas simples[U5] preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera?. No negamos, en absoluto, que unos determinados conocimientos se hicieron presentes en el espacio de esa relación de enseñanza-aprendizaje, pero sospechamos que la naturaleza del aprendizaje, como realidad existencial humana, está aquí totalmente trivializada. Sabemos que al aprender, el ser humano se transforma, si no fuera así, la evolución y la civilización no se explicarían; entonces ¿por qué cuando se habla de aprendizaje el énfasis educativo está puesto en los contenidos y en el proceso de enseñanza-aprendizaje y no en la identidad personal y el proceso de transformación del sujeto[U6] ? En este sentido, nuestra sospecha va más allá de sólo poner en cuestión la noción de mediación. Creemos que, al aprender, el ser humano está optando por una forma concreta de apropiación de la realidad, del mundo. Reconocemos que al aprender, el ser humano almacena determinados datos, pero no creemos que eso constituya propiamente el aprendizaje. ¿Qué es entonces lo que realmente lo constituye? Si es el estudiante quién aprende y lo que aprende lo construye él mismo, ¿por qué hablar de mediación? Evidentemente el maestro actúa comunicacionalmente de una determinada manera que según él, media el proceso de aprendizaje del estudiante, ¿pero qué es lo que media? Los conocimientos ciertamente no, porque éstos están siendo construidos por el propio estudiante.
¿Cómo hablar entonces de aprendizaje significativo y de aprendizaje situado sin antes haber establecido la naturaleza profunda del aprendizaje como tal, en unos términos además que develen cómo sucede –en virtud de este aprendizaje- la transformación profunda del sujeto? ¿Se deriva precisamente de esta transformación profunda de la persona que aprende la posibilidad de que el aprendizaje sea o no significativo?
Sobre el aprendizaje significativo
Esta última pregunta nos lleva directo a una nueva sospecha: ¿por qué hablar de aprendizajes significativos como algo que hay que conseguir? ¿No es acaso todo aprendizaje, de facto, por serlo, un aprendizaje significativo? ¿Es posible el aprendizaje no-significativo? Algunos[U7] autores consideran que el aprendizaje no significativo es aquel que solo es discursivo y memorístico. Aun así sostenemos la sospecha: ¿no es el número de teléfono de una posible cita para un adolescente un dato estrictamente discursivo que ha sido almacenado memorísticamente, y al mismo tiempo ser un dato sumamente significativo? ¿Este dato constituido por apenas 8 dígitos es pura información numérica? ¿Es conocimiento? ¿De qué tipo? ¿Este dato numérico, al haber sido obtenido y memorizado, produce en alguna medida una transformación estructural y personal en el adolescente que nos ocupa? ¿En qué consiste pues que un dato tan simple se convierta en un aprendizaje significativo?
Se nos ha dicho en los enfoques educativos propios de la psicología humanista-existencial que el ser humano aprende significativamente sólo aquello que percibe como necesario para la sobrevivencia o el desarrollo del sí mismo, pero hay otras corrientes teóricas propias del constructivismo que conciben el aprendizaje significativo más bien en los términos de un aprendizaje donde los contenidos nuevos pueden ser asimilados a los viejos, dentro, siempre, de la estructura cognitiva del sujeto. Nos preguntamos por tanto qué relación hay entre estas dos posturas aparentemente distintas. Si bien no hemos encontrado literatura que las una conceptualmente, creemos que ambas tienen como eje de su reflexión al sujeto y sus estructuras afectivo-cognitivas desde las cuales entiende y resuelve la realidad.
Ahora bien, si aquello que da significado al aprendizaje tiene que ver con la sobrevivencia del sujeto, con el desarrollo del sí mismo, o con la potencialidad cognitiva de los viejos esquemas de entendimiento que permite asimilar los nuevos, no vemos por qué sólo la acción humana pueda abrogarse el atributo de producir aprendizaje significativo descalificando el poder cognitivo del discurso. ¿No será que la convivencia y a veces el sincretismo ideológico de los enfoques activos de la educación nos han hecho olvidar la profundidad con la que el lenguaje hablado y escrito ha permitido heredar y desarrollar, generación tras generación y a través de toda la historia de la humanidad, un gran porcentaje de los significados que le son relevantes al ser humano? ¿Es realmente el discurso verbal un instrumento educativo tan inapropiado? No negamos las virtudes de la acción y del poder que tiene para promover la construcción del conocimiento significativo al poner en contacto directo el aparato cognitivo con los hechos mismos de la realidad, pero abrigamos la sospecha de que esta postura, llevada al extremo, pierde de vista otros elementos fundamentales. El discurso magisterial en el aula no nos parece que sea en sí mismo una aberración educativa.
Sobre el aprendizaje situado
En este sentido y quizá por las mismas razones, cuando en las universidades se trabaja en el diseño de nuevos planes de estudio y se incorpora a ese esfuerzo la noción de aprendizaje situado, se hace de forma muy restringida, es decir, entendiendo por situación de aprendizaje el ubicar los procesos mismos de enseñanza-aprendizaje de unos ciertos contenidos de aquellas realidades que permiten la acción y a través de las cuales se pretende desarrollar unas determinadas competencias[U8] . La idea educativa bastante generalizada de que el aprendizaje sólo puede producirse en la acción y el desmesurado peso específico que se le ha otorgado al desarrollo de las competencias como panacea de eficiencia operativa, enfocan e iluminan la realidad misma en cuanto que es el lugar donde acontecen los problemas que se quieren resolver, obscureciendo así, creemos nosotros, otros aspectos fundamentales del concepto situar.
¿Qué aprendizajes y qué competencias podría desarrollar un estudiante de secundaria que teme volar en avión si se le sitúa dentro de la cabina de un Boing 747 y se le pide que lo haga despegar y lo lleve a 16,000 m de altura? Sin duda, en este caso, las estrategias de aprendizaje están situadas en una realidad problemática concreta, sin embargo no están situadas cognoscitivamente dentro de las posibilidades reales del estudiante, y ciertamente tampoco dentro de su interés personal dado su temor a volar. Luego entonces, parece que cuando hablamos de situar el aprendizaje, hay, además del lugar concreto donde se puede acceder a los problemas, otras realidades de distintos tipos que deben ser consideradas como parte fundamental de ese sitio donde se ha de ubicar el aprendizaje. No todo sitio, cognoscitivamente hablando, es un lugar físico y concreto, ni la acción humana es simple actividad.


Por último, nos preguntamos qué relación guarda el aprendizaje significativo con el situado, ya que pareciera ser que para distintos autores, al situar el aprendizaje dentro del interés del estudiante también y simultáneamente se está garantizando en alguna medida que tal aprendizaje sea significativo[U9] . Es fundamental el análisis y la reflexión de todos estos interrogantes si deseamos realmente articular en un mismo proceso de enseñanza-aprendizaje las nociones: competencia, aprendizaje, aprendizaje significativo y aprendizaje situado.
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¿EL APRENDIZAJE ES ALGO TAN ABSOLUTAMENTE TRIVIAL QUE SE PUEDE OBSERVAR Y MEDIR CON BASE EN UNAS SIMPLES PREGUNTAS A PROPÓSITO DE UNAS SIMPLES PREGUNTAS?

Claro que esto no es posible, Sin embargo en la mayor parte de las ocasiones los docentes solamente evaluamos los aprendizajes con una batería de examen integrada por unos cuantos reactivos, producto siempre de contenidos desarticulados, sin considerar las transformaciones estructurales y personales ocurridas en los jóvenes estudiantes.
[1] Barnett, Ronald (2001), Los límites de la competencia, Gedisa, España, p. 127
[2] Idem, p. 15
[3] Idem, p. 29
[4] Idem, p. 23
[5] Carson, John (2004), "Definición y selección de competencias: reflexiones históricas sobre el caso del IQ" en Definir y seleccionar las competencias fundamentales para la vida, Simone Rychen, Dominique & Hersc Salganik, Laura, Coordinadores, FCE, México, p. 78
[6] Arias, Eduardo (2004), "Notas para refrescar la práctica educativa", en Sinéctica, No 24, Febrero-Julio 2004, ITESO, p. 41

[U1]Es importante que los docentes sepamos distinguir la diferencia entre competencia académica y competencia operativa y así observar los logros que persigue el mundo de trabajo por un lado y el mundo académico por el otro, con el propósito de establecer cuales son sus semejanzas o sus dieferencias entre sí.

[U2]Este punto es altamente reflexivo, ya que de no tomar en cuenta esta consideración, esatermos condenados a cumplir solamente las necesidades de las empresas.

[U3]Indudablemente que es necesario humanizar el concepto de competencias, donde los valores del saber convivir y del saber ser no estén subyugados a los de origen operativo y empresarial, donde prevalece el principio de ganar-perder.

[U4]Es prudente mencionar que la icorporación de contenidos al sujeto no se da como si vaciaramos 20 litros de agua en un garrafón. La incorporación de contenidos se da bajo procesos complejos de asimilación y acomodamiento de estos contenidos en el cerebro mediante la reorganización de sus esquemas.

[U5]Esta es una pregunta que se hace en el documento instruccional y que será comentada al final del documento.

[U6]Por que son los contenidos y los procesos los que dan orígen a que el ser humano transforme su conducta y sus formas de pensamieto.

[U7]Al hablar de aprendizaje significativo, tenemos que abordar las situaciones de aprendizaje y es ahí cuando decimos cuando un aprendizaje es significativo por que en ese momento nos va ser útil en la problemática existente y llamamos aprendizaje no significativo aquel conocimiento que de momento no es útil a nuestra problemática. Sin embargo ese conocimiento permanecerá en ese proceso de acomodación-asimilación, el cual en otra situación problematizadora que así lo requiera podrá convertirse en conocimiento significativo para esa situación de aprendizaje.

[U8]No todo sitio, cognoscitivamente hablando, es un lugar físico y concreto, ni la acción humana es simple actividad.



[U9]Una vez analizado el presente documento, considero que para que exista aprendizaje significativa debe existir un contexto donde el estudiante interactue en la solución de la problemática presentada.

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